A mis inicios en este mundo
tuve mi primer contacto con la cera y fueron experiencias muy buenas.
Esta semana, después de mucho
tiempo sin saber de ella, ha vuelto a aparecer en mi vida. He vuelto a revivir
todas aquellas sensaciones que había vivido en su momento y mi mente había
olvidado. Y digo mi mente, porque mi cuerpo las recordaba todas, y muy bien.
Mi primer segundo contacto,
fue empezando a cubrir el sexo. La sesión concisita primero en cubrir los
labios mayores, luego los menores y finalmente, el clítoris.
La primera gota, es la que más
miedo me daba, pero en cuanto mantuvo contacto con el sexo todo el cuerpo se estremeció
y empezó a buscar aquella vela que sin prisa iba dejando una gota tras otra
encima de mí. Cada pequeña gota era una fuente de dolor pero que rápidamente se
convertía en placer. Era algo incontrolable, los movimientos del cuerpo en
busca de aquella fuente de placer, mi mente deseando que las gotas cayeran más rápido
pero a la vez sin prisa. Porque aunque el placer aumentaba, a medida que la
zona a cubrir se acercaba al clítoris el dolor era mucho más fuerte que el
placer. Llegados a este punto era una mezcla de sensaciones. Por un lado el
placer que iba creciendo pero por otro los pensamientos de parar, de no poder resistir
más aquella pequeña pero placentera tortura. Así que, con esta gran contradicción:
aguantar y dejar de lado a mi mente o rendirme y hacer le caso. Parando unos
cuantos momentos para relajar, coger aire y fuerzas, conseguí alcanzar el
objetivo de la sesión y de nuevo volver a experimentar las fantásticas
sensaciones que da la cera a mi cuerpo.
Después de revivir estas
sensaciones, tuve la oportunidad de vivirlas de nuevo en los pechos. Esta vez,
utilice una vela de color. Quería experimentar si al ser cera tintada dolía más
o no. La verdad es que la cera quemaba un poquito más, pero no mucho más. Y ese
aumento pequeño de dolor aumentaba la reacción del cuerpo. Una gota de dolor
era igual a una gota de placer. Los pechos buscaban la cera, la pelvis se
elevaba buscando aquella fuente de placer que no se acercaba a él. En esta
ocasión por un lado viví frustración, deseaba que la cera se acercara al sexo,
pero por otro lado estaba disfrutando de aquel momento. Mirando como gota tras
gota los pechos se iban cubriendo de cera verde, primero rodeando el pezón y
por ultimo cubriéndolo del todo.
Aquello era una locura de
sensaciones: excitación, relajación y frustración. Hoy después de revivir las
experiencias con la cera, me pregunto: ¿Cómo se puede llegar a sentir tantas
cosas juntas y además contradictorias?