Es bien sabido,
para los que estamos en este mundo, los que practicamos el bdsm y los que no,
que el dolor lleva al placer y que el placer lleva al dolor.
Unos lo
practicamos más intensamente y los otros más ocasional. Unos el dolor forma
parte de nuestro placer y para los otros es un cachete ocasional.
Pero la verdad,
sea como sea, lo practiques como lo practiques, es que somos capaces de
transformar el dolor en placer. Somos capaces de disfrutar del placer del
dolor, siempre y cuando sea controlado, seguro y consensuado.
Hace unos días
estaba tan tranquila sentada en el sillón de mi casa, mirando la tele, o mejor
dicho viendo, porque últimamente no es que den muchas cosas interesantes. Cuando
de repente sonó el móvil, en un primer momento pensé que era mi Amo deseándome buenas
noches, pero me equivoque. Tenía ganas de jugar, y porque negarlo, yo también.
El mensaje decía:
ve a buscar una pinza. Leer pinza ya
me pone de los nervios, por si no lo recordáis, no somos muy buenas amigas, las
pocas experiencias vividas con ellas son malas. Pero como todo, lo tengo que ir
superando, hacer terapia de schock. Aunque no hace falta correr.
Como una buena sumisa,
con cara de “pomes agres” que decimos en mi casa, fui a buscar la pinza. Alargue
un poco más de lo debido la búsqueda, ¿por qué? Pues buena pregunta, porque no
tiene sentido, ya podía tardar cinco segundos o cinco minutos que la sesión se llevaría
a cabo. Una vez con la pinza en mano, solo tuve que seguir las instrucciones de
mi Amo:
- Abre las piernas, abre tu sexo y llénalo de saliva y
déjalo abierto para que sientas el frescor y tu clítoris descapuche
plenamente.
- Cuando este expuesto, ponle una pinza y aguántala
todo lo que te sea posible.
- Con la pinza puesta acaricia y masajea bien a fondo
las tetas, para que baje tu atención al dolor.
- Seguirás así un rato corto y luego te penetraras con dos dedos hasta correrte con la pinza puesta.
Sin dudar,
entregada a tope, empecé a seguir las instrucciones que mi Amo me había mandado.
Por mi mente se cruzaban las palabras: dificultad,
doloroso. Pero no las deje ganar, cerré los ojos, disfrute de la primera
parte de la sesión y con ella me relaje. Cuando me releje y note que el clítoris
estaba bien descapuchado, coloque la pinza. Muy despacio y con cuidado la deje
presionando la zona. Pero ante de empezar a masajear las tetas, quise sentir. Darme
cuenta de si la pinza apretaba mucho o no. Efectivamente apretaba y bastante, así
que empecé a acariciarme los pechos. Masajear esta zona ayudaba, y mucho, a no
sentir la presión de la pinza. El placer iba subiendo, al igual que la presión
de la pinza. Cuando la excitación ya estaba al límite, pedí permiso a mi Amo
para penetrarme. Penetraciones fuertes y profundas, aquello era una locura, no
lo podría controlar más y…
Casi sin
respiración, llego otro mensaje: Sin
descanso, quítate la pinza y quiero una doble penetración.
Madre mía, al
quitar la pinza dolía mucho más que con la pinza, pero este dolor se transformó
en placer en cuanto hubo la doble penetración. Movimientos profundos e intensos.
Movimientos al unisón, los orgasmos subían, pero no sabía cuál iba a explotar
primero, solo sé que al final se mezclaron formando un orgasmo final de película.
De aquellos que te dejan sin respiración, que cierras los ojos con una
sonrisilla en la cara, recordando lo vivido, relajándote para acto seguido ser
más consiente de la gran sesión vivida.
Una vez más, me
demostraste que soy capaz de eso y mucho
más, hacía tiempo que no implicábamos las pinzas en nuestras sesiones o tareas,
sé que poco a poco las tenemos que ir implicando más, pero, como siempre dices,
en su debido tiempo.
Fue un momento único,
fue una sesión explosiva, llena de dolor pero también de mucho placer. Una
sesión en la cual el dolor fue el protagonista, ya que sin él, no hubiera sido
capaz de entregarle a mi Amo, todo el placer que albergaba en el cuerpo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.