Llegó
el verano, si lo se hace un mes, aunque estoy segura que mucha gente se está
quejando porque no hace el verano que les gustaría, aquel verano en el cual
puedes ir a la playa, tomar el sol y dejar que este, bronce tu piel y deje las
marcas del biquini.
Hay
quienes les gusta lucir este tipo de marcas, mostrar a todo el mundo que esta
bronceado, o mejor dicho, quemado. Se siente orgullosa y feliz por sus marcas
blancas del sol, se siente feliz y más guapa. Otras preferimos lucir otro tipo
de marcas, aquellas que ha dejado sobre tu piel, no el sol, sino una buena
fusta, una buena pala o una buena mano. Son marcas que quedan escondidas bajo
la ropa, pero nosotras sabemos que están. No son blancas, son de color, y no
son del sol, son mucho más especiales, son marcas de dolor, de placer y de
orgullo y satisfacción. Marcas que te recuerdan quien eres, que disfrutas
mirándolas, acariciándolas. Marcas que te recuerdan la sesión vivida y todo lo
sentido. Marcas que te hacen única y especial, no todo el mundo las puede
lucir, al contrario que las marcas del sol, no eres la única chica que las
lleva y las muestra. No eres única por llevarlas. Eres una más. O al menos, eso
creo yo.
Así
que yo, este verano he ido luciendo las marcas de mi Amo. Unas marcas bonitas
dejadas por la pala, azotando fuerte y sin aflojar, el culo, que con orgullo te
pertenece. Unas marcas realizadas por la pala que yo sostenía, pero aun así, eras
tu quien me azotaba con fuerza. La sesión duro tres días, con un día de
descanso, entre sesión y sesión.
En
definitiva, ser azotada y marcada me encanta, lo disfruto mucho y creo que eso
hace que mi Amo lo disfrute aún más. No es negare que, siempre, el primer día
al ver las marcas primero pienso ¡joder! Pero
después, al mirarlas, este primer pensamiento cambia por un… ¡me gusta! Que lastima que no duren para siempre en la
piel, pero si que están siempre en mis recuerdos y pensamientos.
La
primera sesión fue la más intensa de todas. ¿Cuántos azotes recibí? Perdí la
cuenta, lo que si se es que era intensos, intentando azotar la parte marcada,
la primera sesión tocaba la parte de arriba, el objetivo era marcar toda la
zona, para llevarla bien bonita durante unos días. Esta primera sesión, iba con
la primera sesión de control del orgasmo, la realice antes de la última sesión
con explosión final, y creo que fue esta tensión la que me hizo azotar con
energía, sin traspasar la línea marcada por la pala, dando con fuerza a la zona
deseada. Después, al mirarme al espejo no pude evitar sonreír y acariciar la
zona. Sí fue doloroso, sí dolía, pero sentir mi mano fría sobre la zona
caliente la relajaba y aumentaba el placer que había sentido.
Al
cabo de un día, llegó la segunda sesión, ahora tocaba azotar la parte del
medio. Realizar esta no fue tan fácil como la primera, aunque la zona había
descansado un día, la sentía sensible, cada azote la sensación se multiplicaba
por dos y tenía la sensación que esta vez no resistiría tanto como la primera.
Pero hice de tripas corazón, cerré los ojos y te vi sosteniendo la pala. Te vi
azotando con ganas, no con la intención de dañar, sino con la clara intensión
de hacer del culo una parte aún más bonita. Y así, con esta idea, empezaste a
azotar, uno tras otro, sin pausa, buscando, no solo el color de las marcas,
sino también mi resistencia. Sacar las fuerzas no fue fácil, pero salieron y
logramos el segundo objetivo de la tarea, dale color a la otra mida del culo.
Una
vez más las mire, las acaricie y lloré. No eran lágrimas de dolor, eran
lágrimas de felicidad, de orgullo y satisfacción. La zona estaba caliente,
agradecía las caricias de mi mano fría. Sentarse era una bendición, ya que al
cerrar los ojos por el intenso pinchazo que sentí al sentarme me traía hasta tu
lado, hasta tus brazos y eso no se siente cada día.
Y
llegó el último día, tuvimos que aplazar la sesión. No por falta de ganas, sino
porque las marcas me dolían y mucho. Eran pequeños pinchazos, cualquier roce me
hacían ver las estrellas. Necesitaba descansar un poco más y que el dolor se
relajara, las cuide y las mime, con crema, con agua fría. Y cuando los
pinchazos desaparecieron llegó la última sesión. Una sesión que volvió a dar color
a las primeras marcas, una sesión que volvió a activar todas las terminaciones
nerviosas que hay en aquella zona, una sesión que volvió a llevarme hasta ti,
que volviera a sentirme orgullosa y andar presumiendo de las fantásticas marcas
que llevaba debajo de la ropa, con contacto directo al pantalón o falda.
Recordándome de quien soy, de lo que había vivido y deseando que aquellas
marcas duraran al máximo posible. Porque aunque sean más bonitas que las marcas
que deja el sol en nuestra piel, estas son menos duraderas. Unas marcas que
cuide con especial cuidado, masajeando la zona con crema, masajeando con mirada
orgullosa y de satisfacción.
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