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dimarts, 10 de febrer del 2015

HUMILLACIÓN

¿Humillación? Buena pregunta, antes de entrar en ese mundo, para mí la humillación era algo que se practica para menospreciar a una persona y dañarla mentalmente. Y supongo que por eso y por cosas que ahora no vienen al caso, pero que me marcaron en su momento, es uno de los aspectos del mundo BDSM, de mí mundo, de nuestro mundo, que me resulta difícil de realizar y llevar a cabo.

Sé que cuando mi Amo practica la humillación conmigo, está humillando a la sumisa, no a la persona ni a mi personalidad, y aunque lo voy interiorizando y en algunas ocasiones disfruto y le hago disfrutar del momento, tengo que centrarme mentalmente para no derrumbarme y para no tirar la toalla. Pero no os penséis que estemos hablando de tareas u órdenes muy humillantes. Estoy convencida que lo que yo vivo y experimento no es nada del otro mundo, al lado de otras experiencias que deben de vivir otras sumisas más experimentadas o más fuertes mentalmente que yo.  
Pero creo que para que os hagáis una idea de cómo lo vivo, primero debo de explicar lo que sentía y como reaccionaba cuando leía o escuchaba la palabra puta o perra en lugar de putita o perrita. Si, lo sé, es simplemente un pequeño cambio de léxico, pero… era leer esas palabras y empezar a temblar, a morderme las uñas, a ponerme de los nervios hasta llegar al punto de llorar a lágrima viva. Podéis comprobar que estoy de los nervios cuando el pie empieza a moverse sin pausa y sin control. En este momento es cuando me bloqueo mentalmente y soy incapaz de procesar. ¿Por qué? Ni yo misma lo sé. Era una tontería, pero esas dos palabras me bloqueaban, y solo volvía en mí con la ayuda de un buen abrazo o las dulces palabras de mi Amo. A día de hoy, tengo que confesaros que aún me siguen afectando, y que las intento evitar dentro de lo posible y a toda costa. Tanto que cuando tengo que expresar en voz alta lo que soy, una puta perra en celo, tengo que respirar profundamente, evadir la mente y luego, con toda mi seguridad del mundo, lo digo alto y claro. Aunque, alguna que otra vez, me he llevado algunos azotes por no decirlo lo suficiente rápido o lo suficientemente alto. Ya veis, así vivo esta parte del BDSM. Es algo en que estamos trabajando mi Amo y yo. Y como todo lo superare, al igual que he superado barreras y otros miedos.
Mi última experiencia en este tema, seguramente, sera para gente que lleva muchos años en este mundo, no es nada o ni siquiera está relacionado con la humillación. Pero cada persona lo vive a su manera, y yo lo viví con bastante humillación. Aún recuerdo lo que paso por mi cabeza en cuanto en medio de una sesión mi Amo me dijo: si quieres correrte debes restregarte en mi rodilla. Me quede paralizada, helada, sin sangre en las venas. ¿Cómo? Está loco, me dije. Me bloquee. Empecé a temblar, a controlar las lágrimas, no quería llorar, pero necesitaba relajarme para procesarlo y poder complacer a mi Amo. Por unos minutos llegué a pensar que mi Amo cambiaria de opinión, pero no se dejó doblar. Así que me dio mi tiempo, aquello que yo le estaba pidiendo en silencio, hasta que logre relajarme, y llevar a cabo la orden.   
Durante este breve tiempo, de repente me vino a la cabeza la reacción involuntaria que tuve por la mañana al restregarme contra el cinturón que me había azotado previamente al coño. Me restregaba buscando mi placer para entregártelo todo. Y aunque en aquel momento no me lo ordenaste, tampoco me los prohibiste. En esta ocasión salió la puta perra en celo que soy. Salió de forma involuntaria. Y creo, que fue una de aquellas ocasiones donde la humillación entra en juego sin yo ser consiente.

Pero en esta ocasión, cuando llego en medio de una sesión, en forma de orden en el momento en que el cuerpo que pertenece a mi Amo deseaba liberarse, me paralice. ¿Ahora? No puede ser. ¿Cuándo menos me lo esperaba? Yo no quiero eso, no puedo hacerlo. Es denigrante. Pensaba, no podía dejar de pensar en que esa orden iba más allá de la humillación BDSM. Es un momento un poco difícil de explicar o definir. Porque entran en juego muchas cosas: la vergüenza, el miedo, el autocontrol, la voluntad de satisfacer a tu Amo,… así que al final, te centras y separas, dosificas las sensaciones. Pones a un lado la voluntad de controlar la necesidad del cuerpo y no hacerlo, por vergüenza y autoengaño. Pero al otro lado hay liberación, entrega, felicidad y autosatisfacción. Y al final… me relajo, cojo aire por la nariz, cierro los ojos con fuerza y me dejo llevar para cumplir la orden dada y realizarla lo mejor posible, con el fin de que te sigas sintiendo orgulloso de mí y que puedas disfrutar del placer que te entrego.
La verdad sea dicha, es que no sé si te gusta darme esta orden. Pero sé, o creo saber, que te gusta verme así, libre y controlada. Porque me gusta pensar que si no te gustara, no dejarais que lo hiciera. No me dejarías vivir un mal momento, sin ninguna satisfacción detrás o algún objetivo en concreto.

Tengo que confesar, que todo es mucho más fácil cuando me centro para ser yo misma y no cerrarme en mi misma. Simplemente siento lo que soy. Siendo YO.

Así que si ahora me preguntaran que pienso de la práctica de la humillación en el bdsm, mi respuesta seria: si, siempre y cuando, sea controlada, segura y sin la intención de humillar y menospreciar a mí persona, sino al cuerpo y a la sumisa.

¿Qué si disfruto? Al principio no, porque engañaros. Pero cuando logró evadir y separar un poco mis dos mundos, cuando me centro en la sumisa que soy, ese mal rato se transforma en placer y satisfacción por ser capaz de llevar a cabo la orden. Pero cuando más disfruto, es cuando puedo ver la cara de felicidad, orgullo y placer de mi Amo, es entonces, cuando todas las malas vibraciones y malas sensaciones, desaparecen.

En definitiva, un nuevo peldaño a escalar, este con un poco más de dificultades, pero lograre subirlo y llegar a la cima.

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