Después de casi diez horas de
viaje y unos tres meses volví estar unos días junto a ti, mi Amo. Han sido unos
días muy intensos, en los que no ha faltado de nada: he sido azotada, usada,
momentos muy duros, lágrimas, dolor, placer y entrega. Pero también ha habido
mimos, buenas palabras y he sido muy cuidada. En mi manera de ser, la severidad
no quita la dulzura, todo en su debida medida y en su debido momento. Y así ha
sido estos días.
Si en aquel momento me
hubieran preguntado como me sentía, no se lo que hubiera respondido. Los días
previos a mi llegada junto a ti, era un manojo de nervios, llena de sonrisas
tontas y con la mente paseando por el mundo de la imaginación. Pero contigo
todo es imprevisible, contigo no puedo controlar lo que pasará, contigo cada
día es una sorpresa. Esa falta de control provoca en mí una sensación de
vulnerabilidad, aumenta un poco mi inseguridad pero a la vez todo eso, me
excita y hace salir a la persona “déjate llevar”.
Se que estoy en muy buenas
manos, nada malo me puede pasar junto a ti, pero aún así no logro bajar la
guardia. Confío en mi ti, Amo. Pero la falta de control me pone de los nervios
y tú sabes gestionarlos, para que favorezcan en el placer a entregarte.
En definitiva, con tus
palabras, tu voz severa y tus manos sobre mi, eres capaz de dominar y controlar
a la sumisa que llevo dentro.
Así que…vamos a intentar
contar todo lo vivido estos días:
BIENVENDIA
Llegada a casa, quitarse la
ropa, buscar en la maleta el gato de colas y pedirte que azotaras la zona más
sensible del cuerpo: el pecho. Vergonzosa y a la vez muy excitada me acerque
lentamente a ti, intentando no hacer ruido, con el gato escondido en mi
espalda. Pero me detectaste como un radar, y mirándome a los ojos y con voz
severa, solo dijiste una palabra: ¡venga!
Así que tímidamente y con voz
entrecortada te pido que me des unos azotes de bienvenida en los pechos. Me
pongo en posición, de pie con las piernas abiertas, brazos detrás de la cabeza
y ojos cerrados, y espero…no sé cuando llegara el primero, no sé que estas
haciendo, empiezo a mover el pie (señal de nerviosismo) y…zas! Empiezan a caer
sobre el cuerpo, uno detrás de otro, intensos y muy seguidos. La temperatura
aumenta, el deseo de tocarte y que me toques, tengo la sensación de no poder
aguantar ningún azote más, hago la intensión de tocarte, es como un acto
involuntario, abro un poco los ojos, me regañas…. No puedo más necesito
sentirte cerca. Vuelvo intentar abrazarte y…o
te estas quieta o te ato. No vuelvas abrir los ojos.
Si, hazlo. Pienso, pero no
digo nada. Me callo, me concentro en el momento en que estas disfrutando del
cuerpo que te pertenece.
Un momento bonito, pero muy
duro y muy intenso.
Esta semana fue distinta a las
otras veces que estábamos juntos, ha estado llena de pequeñas pero intensas
sesiones, en cualquier momento. Y eso provocaba en mí un estar pendiente en
todo momento de tus pasos, de tus miradas o gestos, intentando leerte y deducir
tus pensamientos y tu siguiente movimiento o decisión. Pero de nada me sirvió,
siempre me cogiste por sorpresa, y me gusta, me vuelve loca. Deseaba sentir: ¡en posición!, ¡ven aquí!, ¡muéstrate!,…las
palabras clave que me indicaban que ibas a usarme. Me mirabas fijamente a los
ojos, ordenabas y yo cumplía. No esta segura en ningún momento. Podían sonar
las frases en cuanto menos lo esperaba: estando tranquilamente en el sofá,
vistiéndome para salir,… pero cuando estoy a tu lado, soy un polvorín, siempre
dispuesta para que me uses o para que disfrutes viéndome.
EL DESPERTAR DE LA SUMISA
Es un ritual, sé lo que cada
mañana para despertarme tendré, lo espero, lo deseo y si algún día falta lo
hecho mucho de menos.
Mi amigo el cinturón, estos
días ha vuelto con más fuerza, con más intensidad. Cada mañana me despierta y
me pone a tono. Lo espero, lo anhelo, inconscientemente, cada mañana abría los ojos cuando tus pasos se acercaban a la habitación. No me movía, mantenía los
ojos cerrados hasta sentir tu voz: ¡en
posición¡ Rápidamente, sin rechistar, salía de entre las sabanas, te miraba
a los ojos, y me colocaba: de rodillas, cabeza en la cama y culo en pompa,
preparada para sentir la dureza del cinturón, cuatro o seis azotes muy intensos
y muy seguidos, lo suficiente para abrirme como un flor y luego recibirte con
mucha fuerza.
Todo el cuerpo se activa, las
terminaciones nerviosas entran en acción. Me empalas con fuerza y esto aumenta
el placer. Tiemblo de deseo, me concentro en ti, en no explotar, para que sigas
usándome para tu disfrute, y en cuanto obtenga tu permiso, dejar salir todo el
placer acumulado.
Con estos despertares, voy
todo el día generando fluidos. Una sola mirada, un suave roce en los pechos
solo cubiertos por la fina tela de la camiseta, un pequeño azote en el
culo,…pequeñas acciones que no dejan descansar el cuerpo, hacen que no baje la
guardia, activan mi interior, para que cuando me hagas comprobar como estoy,
saque los dedos llenos de mis fluidos vaginales, siempre lista para ti mi
Amo.
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