Vuelve el silencio. Noto como alguien se acerca a la cama. Pero no
identifico si es hombre o mujer. Solo se oye una frase: ya sabes que debes hacer. Pero nadie responde. De repente unas
manos duras y fuertes empiezan a tocarme las tetas. Primero caricias suaves que
provocan que los pezones reacciones. Noto como van saliendo de su interior,
tensos. Acto seguido las caricias aumentan de intensidad juntamente con
pequeños mordiscos húmedos en los pezones. Esta mezcla me activa aún más, no
puedo moverme, el peso del chico encima de mí y al estar atada no me permite
hacer ningún movimiento, solo puedo expresar lo que estoy viviendo a través de
mis gemidos. Esta pequeña pero agradable tortura dura y dura, deseo que no
pare, que no deje de jugar con las tetas. Cuando se oye: ¡cambio! Las caricias y los mordiscos paran en seco para pasar a
azotes.
Son muy intensos, tengo los pechos muy sensibles, azotes por todos los
lados, por los pezones, no se está dejando ningún lugar para azotar. No puedo
más, noto como voy humedeciendo, noto como las lágrimas van apareciendo en mi
rostro, pero no me rendiré. De repente…
¡Cambio! El chico se quita y deja paso a unas manos más finas, pero no
menos fuertes. Ellas son las encargadas de jugar con el coño. Estoy muy húmeda
y muy excitada, no sé si seré capaz de resistir. Ella no lo duda, empieza con
fuertes azotes. ¡Cuenta! No eres tú
quién me lo ordena, pero no dudo en obedecerla, no quiero descubrir qué pasaría
si no lo hiciera, pero por mi mente también se cruza un qué pasaría si obedezco
a quién no debo. Así que empiezo a contar: 1, 2, 3,… poco a poco mi voz va
cambiando, de dolor, no lo soporto más, soy incapaz de continuar, necesito
chillar y cerrar las piernas pero no puedo. Ella lo nota, pero no para, solo se
ríe. No lograra que le pida que pare, no, no lo hare. He perdido la cuenta,
solo noto escozor, placer y el deseo de que pare. Cuando de repente los azotes se convierten en lametazos intensos, juega con
el clítoris, introduce su lengua en mi interior, juega con los dedos y la
lengua,… no sé dónde meterme, noto como se va formando el orgasmo, voy tensando
el cuerpo, no puedo más ella busca mi orgasmo, pero yo no se lo voy a dar, no
tengo tu permiso. Pero estoy al limite, dirijo mi cabeza hacia donde estas,
buscando tu permiso, te suplico con la mirada, aunque no te puedo ver, ni tu
ver mis ojos, me lees, sabes lo que te estoy suplicando, y de repente…¡cambio!
Unas manos fuertes me agarran de la cintura y sin ningún tipo de compasión
me da la vuelta. Empiezo a temblar, de placer, de miedo, de inseguridad pero a
la vez de deseo. Coge algo, no sé lo que es hasta que zas! No es ningún juguete
nuestro habitual, por fin conozco el contacto en el culo de una fusta de
verdad. Seca, fuerte y dolorosa. No para, un azote tras otro, mis lagrimas
empiezan a recorrer la cara, intento no sollozar pero no lo puedo evitar, duele
y mucho. No estoy habituada a unos azotes tan fuertes. No se cuantos lleva,
solo deseo que pare y a la vez que siga. Es como si leyera mi mente, porque
para, durante unos minutos me acaricia suavemente el culo y sin abrir la boca,
me indica que me ponga a cuatro patas, para eso afloja un poco la mordaza de
los pies. Y con la cola de gato empieza a azotar en el ano, siento como su respiración
se agita, se lo que esta pasando, el culo se esta abriendo como una flor. Algo
húmedo se desliza por el y de repente, sin compasión alguna me la clava una y
otra vez. No puedo más, sé que no lo resistiré, vuelvo a mirarte pidiendo
perdón, porque se escapara, hasta me duele de retener el orgasmo en mi interior
y como un reloj los dos explotamos a la vez. Y de repente… ¡Fuera!
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